Cuando hablamos de la cata de vinos, solemos pensar en un mundo elitista, inaccesible para la mayoría y lleno de tecnicismos. Afrutado, aterciopelado, floral… Aunque muchos disfrutemos degustando un vino, lo cierto es que mucha gente no se siente capaz de reconocer esos adjetivos en los sabores y olores que percibe. Con este artículo nos proponemos acercaros un poco más a este apasionante mundo y todo lo que nos puede ofrecer.
Qué es la cata de vinos
Más allá de tecnicismos, podemos decir que la cata es el proceso en el que ponemos a trabajar nuestros sentidos y nos abrimos a las sensaciones que los vinos nos transmiten. Al fin y al cabo, catar un vino no es más que traducir en palabras todo aquello que sentimos cuando lo saboreamos. Aunque muchas veces no reparamos en ello cuando nos iniciamos en la cata de vinos, todos tenemos cierta experiencia en este terreno. Y es que desde la más tierna infancia estamos catando. ¿No os habéis parado a pensarlo? Cada día catamos alimentos y bebidas, apreciamos los olores y sabores que nos gustan y los que no. La cata consiste precisamente en ir un paso más allá y “diseccionar” todos y cada uno de esos matices que percibimos a través de los sentidos. En definitiva, en educar nuestra vista, olfato y gusto.
La cata de vinos: un arte ancestral
La elaboración del vino se remonta a miles de años atrás, sabemos que ya en la época del imperio romano se elaboraban vinos a partir de la fermentación de la uva. Pero incluso podemos ir más atrás en el tiempo, ya que ha habido hallazgos de recipientes datados en la época del Neolítico con indicios de haber servido para la elaboración de vino. También sabemos que desde tiempos ancestrales el vino ha sido objeto de veneración. Prueba de ello es el hecho de que en diferentes culturas se atribuyó su invención a diferentes dioses: Dioniso para los griegos, Baco para los romanos u Osiris en el Antiguo Egipto.
Historia de la cata de vinos
Aunque no hay una fecha exacta a partir de la cual podemos decir que nació la técnica de la cata de vinos, sí sabemos que la actividad de la cata surge de la necesidad de comparar vinos elaborados en lugares diferentes. La actividad vitivinícola se desarrolló durante la Edad Media, gracias a los monjes y frailes en los monasterios. Durante este período se comenzó a almacenar el vino en barriles en lugar de las ánforas de barro anteriores, por lo que se considera que fue entonces cuando surgieron las primeras bodegas tal y como las conocemos hoy en día.
No tenemos datos exactos de cuándo fue la primera cata de la historia, pero sí de una de las catas más recordadas de la historia. En 1976 París fue el escenario de una cata a ciegas en la que competían vinos franceses y californianos. Fue Steven Spurrier, un británico residente en Francia, quien tuvo la idea de organizar una cata en la que participaron como jueces expertos gastrónomos y enólogos galos.
Francia siempre ha llevado con orgullo el hecho de ser mundialmente conocida como la cuna del vino, el país donde se han elaborado tradicionalmente los mejores vinos. Sin embargo aquella cata a ciegas terminó con un resultado totalmente inesperado, ya que no fueron franceses sino americanos los vinos que salieron vencedores, tanto en categoría de blanco como de tinto. Y quizás el impacto mediático de este acontecimiento fuera el punto de partida para el nacimiento de nuevas profesiones alrededor del mundo de las catas de vino, como la de crítico. De hecho el de Robert Parker es uno de los nombres más influyentes cuando hablamos de la valoración de la calidad de un vino.
¿Cómo se hace una cata de vinos?
Lo primero que necesitamos para disponernos a hacer una cata de vinos, es precisamente esto, buena disposición para dejarnos llevar por nuestros sentidos. Ya hemos dicho anteriormente que todos hemos hecho catas en algún momento de nuestra vida. De hecho, estamos catando alimentos y bebidas cada día, solo que no nos detenemos a analizar detenidamente las sensaciones que nos transmiten. Normalmente, en una actividad de cata, se degustan varios vinos. La elección de esos vinos dependerá del enfoque que se le quiera dar. Es recomendable que los vinos escogidos para la cata transmitan una idea que permita seguir una especie de hilo argumental. La idea no es simplemente hacer una cata de vinos blancos o tintos, sino que aporte algo más. Así, la elección de los vinos puede hacerse en base a diversos criterios:
- Geográficos. Cata de vinos de una zona determinada. Por ejemplo, una cata de vinos de Álava
- Por variedades de uva. Sería el caso de organizar una cata de Riojas elaborados con garnacha o de Ribeiros con treixadura. Esta sería una manera de comparar vinos elaborados en diferentes bodegas con el mismo tipo de uva.
- De una misma bodega. En este caso podríamos jugar con las posibilidades que nos ofrecen las catas de diferentes añadas o bien de diferentes vinos elaborados en el mismo año. Ambas son opciones interesantes para analizar la evolución y las diferencias que otorgan los diferentes mecanismos de elaboración.
El número ideal de vinos para una cata es de 4 a 6. Poner más podría llegar a abrumarnos y si ponemos muy pocos, no tendremos oportunidad de apreciar contrastes entre unos y otros.
Como es lógico, tendremos que observar algunos requisitos básicos para catar vinos correctamente. Es importante contar con la copa adecuada, que la temperatura de servicio del vino sea la correcta y que el ambiente esté libre de olores agresivos.
Fases de una cata de vinos
Una cata de vinos consta de varias fases. Antes de degustar, tendremos que mirar y oler. A continuación explicamos brevemente el proceso a seguir, así como los aspectos más destacables de cada fase.
Análisis visual
Mirar el vino es lo primero que hacemos cuando estamos en una cata de vinos y ya tenemos nuestra copa en la mano. Normalmente se analizan cinco aspectos:
– Color: el color que apreciamos en el centro de la copa
– Brillo: diremos que un vino es brillante si refleja la luz
– Limpidez: diremos que el vino es limpio si es transparente, de manera que deje pasar la luz a través suya
– Tono: concepto parecido al del color. En este caso nos fijamos en el borde del vino que tenemos en la copa
– Lágrima: la lágrima de un vino se analiza a través del vino que resbala por las paredes de la copa. La cantidad de lágrima que veamos caer va a venir determinada por la glicerina, el alcohol responsable de darle estructura. Si la lágrima es densa y abundante significa que tiene mucha glicerina o también que contiene más azúcares.
Análisis olfativo
En los vinos se pueden encontrar más de 800 componentes volátiles distintos (a medida que la tecnología avanza este número aumenta), de estos componentes, tan sólo unos 50 pueden estar en una concentración suficiente que nos permita identificarlos. No hay ningún vino en el que estén los 50 aromas juntos. Eso sí, el número de aromas detectables será mayor cuanto mayor sea la calidad del vino.
Al principio suele costar encontrar la palabra justa para describir los olores o puede que no seamos capaces de reconocerlos. Por eso es necesario conocer un poco la composición básica de un vino, la terminología más usual de cata y combinarlas con anteriores experiencias que almacenamos en el cerebro.
El examen olfativo se efectúa en tres etapas:
A copa parada. Primero se huele la copa en reposo, aquí se detectan los aromas más volátiles y la intensidad aromática. Los vinos jóvenes olerán igual en las tres etapas. A veces, en esta fase, se pueden percibir olores procedentes de la crianza en botella como el “tufo de reducción”; este olor se suele ir rápidamente, si no es así sería un defecto.
Al agitar la copa. Al aumentar la evaporación podemos percibir otros aromas que antes quedaban ocultos. Aquí aparecen normalmente los aromas de crianza, lo que la hace mucho más compleja.
Al reposar el vino. Después de un tiempo es conveniente volver sobre los vinos que ya hemos catado para comprobar los cambios y la evolución del aroma.
Análisis gustativo
La tercera fase de una cata de vinos es la gustativa. Es el momento de llevar el vino a la boca y percibir todos los sabores que conocemos. Así que nos vamos a fijar en el dulce, ácido y amargo. Al pasear el vino por toda la boca, lo ideal es que notemos un equilibrio entre esos sabores. Y si es así, diremos que estamos ante un vino redondo. Dependiendo del tiempo que esos sabores permanezcan en boca, estaremos ante un vino de final corto o largo. Un vino de gran calidad deberá tener un final largo.
¿Dónde aprenderlo todo sobre la cata de vinos?
Lo cierto es que la cata de vinos no es una ciencia exacta. Cada persona es un mundo y percibe los mismos estímulos de diferente manera. Aunque la introducción a la cata de vinos pueda hacerse de manera autodidacta, si no tenemos experiencia lo ideal es contar con una persona experimentada que nos guíe y nos ayude a educar nuestros sentidos. Desde Vinosfera os ofrecemos la posibilidad de asistir a sesiones de cata de vinos en Vitoria-Gasteiz donde podréis descubrir los secretos de este arte para disfrutar, todavía más si cabe, de este mundo de aromas, sabores y sensaciones que nos brindan los vinos.